Por Rafael Zacnich Nonalaya, Gerente de Estudios Económicos de ComexPerú
A
todos nos debe quedar claro que existe un descontento social
generalizado sobre la ausencia del Estado, la ausencia de servicios
públicos mínimos y de calidad con los que deberíamos poder acceder en
todos los departamentos de nuestro país: salud, educación,
infraestructura, agua y saneamiento, por ejemplo. Un descontento que no
data de hace unos meses, sino de muchos años atrás; más aún cuando las
cifras macro dan cuenta de una economía peruana que creció por veintiún
años ininterrumpidamente, hasta antes de la pandemia; de un país cuya
pobreza monetaria se redujo de 58.7% en 2004 a 20.2% en 2019; pero, que,
sin embargo, mantiene una pobreza multidimensional en casi 40%, es
decir, que 2 de cada 5 peruanos carecerían de servicios básicos que
garantizan una calidad de vida mínima.
Dicho descontento viene
siendo utilizado por personas con ideologías desfasadas que fracasaron
en múltiples ocasiones cuando fueron Gobierno, independientemente del
país donde hayan tenido el poder. Sostienen a rajatabla, que una nueva
Constitución le daría a la población acceso a mejores servicios, cuando
esto no depende directamente de la Ley, sino de las autoridades
encargadas de convertir los recursos en desarrollo y bienestar para
todos.
Por ejemplo, en Puno, solo en 2022, el gobierno regional y
las municipalidades dejaron de ejecutar S/ 543 millones, monto más que
suficiente para cubrir la brecha de establecimientos del primer nivel de
atención del departamento, que en 2021 ascendió a 40, según datos del
Ministerio de Salud (Minsa).
En Cusco, en 2022, el gobierno
regional y las municipalidades dejaron de ejecutar S/ 515 millones,
monto que cubriría toda la brecha de infraestructura en salud del
departamento, la cual asciende a la construcción de 53 establecimientos
del primer nivel de atención y de 4 hospitales más, según el Minsa.
En
Arequipa, en 2022, el gobierno regional y las municipalidades dejaron
de ejecutar S/ 1,456 millones, monto con el que se cubriría el 76% de la
brecha de infraestructura en saneamiento del departamento, según
información del Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento.
Y,
en Ica, en 2022, el gobierno regional y municipalidades dejaron de
ejecutar S/ 874 millones, monto suficiente para cubrir el 56% del
presupuesto necesario para cerrar la brecha de infraestructura en
saneamiento del departamento, la cual asciende a S/ 1,567 millones,
según el Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento.
Una
nueva Constitución no resolverá las urgencias de la población de la
noche a la mañana; sino por el contrario abriría el espacio para, por
ejemplo, petardear una de las bases del crecimiento y la generación de
recursos, como lo es el capítulo económico de la Constitución, volviendo
al Estado empresario y desincentivando la inversión en nuestro país.
Culminada
la crisis de gobernabilidad y tras una recomposición del aparato
público, con la vuelta de funcionarios técnicos en carteras claves, las
expectativas de mejora de nuestra economía en el mediano plazo se ponían
de manifiesto hacia las últimas semanas del año pasado. Sin embargo, la
violencia detrás de las protestas sociales, que busca, entre otras
cosas, una nueva Constitución: bloqueo de carreteras, toma de
aeropuertos, secuestros de personas e incluso de efectivos policiales,
atentados contra la propiedad privada y la vida misma, saqueos, entre
otros, reprimen la confianza empresarial, las decisiones de inversión y
generación de empleo; es decir, no hacen más que paralizar la economía.
¿Una nueva Constitución?
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