La reforma del Sistema Integral Previsional obliga desde
2028 a los trabajadores independientes con rentas de cuarta categoría a
contribuir al ONP o AFP con tasas crecientes. Expertos advierten que sin un
rango de edad el aporte puede resultar en cargas fiscales mayores, precarizar
el trabajo al desalentar la formalización y trasladar el costo de las pensiones
al contribuyente.
La nueva reforma previsional, vigente desde la entrada en funcionamiento de
su reglamento en septiembre de 2025, establece que los trabajadores
independientes formales —quienes emiten recibos por honorarios (rentas de
cuarta categoría)— deberán aportar obligatoriamente al ONP o al Sistema Privado
de Pensiones (AFP). Uno de sus objetivos centrales es ampliar la cobertura del sistema
y garantizar pensión mínima de S/ 600 para quienes acumulen 240 Unidades de
Aporte (20 años de aportes continuos). ¿Pero a qué costo?
La cuota para los independientes sin excepción será creciente: 2 % de los
ingresos en los primeros años (2028-2029), luego 3 % (2030-2031), después 4 %
(2032-2033) y llegará a 5 % desde 2034. Sin embargo, la norma no fija ningún
rango de edad para aportar. Eso significa que quien tenga 45 o 50 años se verá
obligado a contribuir, pero con muy poco tiempo para acumular los años de
aportes que exige la reforma para acceder a la pensión mínima.
La Asociación de Contribuyentes del Perú ha advertido que la medida podría
tener efectos adversos en la ciudadanía. Plantea un caso ilustrativo: un
independiente de 45 años que gana S/ 1,500 al mes y aporta durante 20 años a
una AFP acumularía al final cerca de S/ 35,000. Ese monto, transformado en
pensión, apenas llegaría a S/ 120 o S/ 150 mensuales. Según la reforma, la
diferencia (hasta los S/ 600 garantizados) sería cubierta por el Estado. En la
práctica, el trabajador terminaría pagando dos veces: primero con sus aportes a
la AFP, que cobra comisión por administrar su dinero, y luego con sus
impuestos, que financian el gasto fiscal adicional.
Además, los expertos sostienen que este diseño puede generar varias
distorsiones:
● Formalización costosa: para quienes están
cerca de la jubilación, aportar obligatoriamente podría afectar sus ingresos
inmediatos sin asegurar una pensión digna.
● Carga fiscal creciente: el Estado está
obligado a cubrir la diferencia cuando los aportes individuales no alcanzan
para los S/ 600, lo que significa más gasto público sostenido con impuestos.
● Incentivo involuntario a evitar
formalizarse: algunos independientes podrían optar por no emitir recibos por honorarios
o abandonar modalidades formales de trabajo para eludir los aportes
obligatorios.
Incluso, aunque la reforma introduce la Unidad de Aporte (UdA) como medida
mínima para acumular 240 aportes y así tener derecho a pensión mínima, el
umbral de años sigue siendo alto para quienes ya tienen edad avanzada sin
aportes o con aportes intermitentes.
En lugar de una inclusión previsional plena, advierten los analistas, esta
medida corre el riesgo de consolidar un sistema en el que muchos cooperan sin
beneficio real, mientras la rentabilidad de las AFP crece y la factura la pagan
todos los contribuyentes. En tanto, el verdadero problema sigue intacto: el
bajo nivel de ahorro previsional y la alta informalidad laboral en el Perú.
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