Miles de fieles de todas las parroquias de la Arquidiócesis de Trujillo acompañaron y meditaron la Pasión de Cristo durante el Solemne Vía Crucis Arquidiocesano realizado en el perímetro de la Plaza de Armas de Trujillo con la sagrada imagen del “Señor de la Piedad” de Simbal.

Previamente, el Arzobispo de Trujillo, Mons. Miguel Cabrejos Vidarte OFM., acompañado del clero trujillano, animó a la Iglesia a imitar el ejemplo de Cristo “que nunca se cansa de perdonar” y a darnos una nueva oportunidad de conversión.

“El mensaje central de este vía crucis es que Dios perdona siempre. No sólo por la frase, sino porque en el Evangelio le preguntan a Jesús: cuántas veces hay que perdonar y él responde: 70 veces siete, un número simbólico que en la biblia significa perfección” expresó el pastor de nuestra grey.

Como es tradición la cuarta estación marcó el momento más emotivo de este recorrido penitencial, entre la Madre Santísima, la Virgen María y su Hijo Jesucristo.

Cada una de las estaciones fue meditada y alabada con fervorosos cantos penitenciales y oraciones litúrgicas. En la mirada de todos los fieles, agrupados en movimientos, departamentos pastorales, grupos parroquiales y familias enteras se dejó notar el fervor y recogimiento ante el paso del Cristo Crucificado que sufrió y murió por amor al pueblo de Dios.

El Vía Crucis Arquidiocesano culminó con la decimó cuarta estación y la imagen del Señor de la Piedad de Simbal fue ingresada con calurosos aplausos a la Basílica Catedral. El prelado trujillano agradeció la activa participación de cada una de las 74 parroquias de la Arquidiócesis por haberse dado un espacio de meditación y hacer público su testimonio de fe y amor por el Señor Crucificado en la Cruz que murió, pero resucitó y está siempre con nosotros.

MIERCOLES SANTO.

El programa de Semana Santa continúa este miércoles. En nuestra Arquidiócesis de Trujillo, la Misa Crismal se celebra mañana, a las 11:00 am. En esta ceremonia los sacerdotes renuevan solemnemente sus promesas sacerdotales. La presencia y oración de los laicos en esta Eucaristía acompañando a los sacerdotes, es un signo concreto de comunión eclesial y una manifestación de veneración al incomparable don del sacerdocio ministerial.