La masificación del gas viene esperando años y si bien se trata de
acelerar su desarrollo, no se puede justificar la creación de un monopolio
antinatural con el argumento (no comprobado) de la “velocidad”.
En noviembre de 2023 el Congreso, en una de esas muy buenas pocas
decisiones que toma, aprobó de forma unánime el proyecto de Ley de Masificación
del Gas que recoge años de análisis y algunos elementos que son clave para el
desarrollo de este sector. Sin embargo, el Ejecutivo lo observó en diciembre,
justo antes del final de la legislatura. Expliquemos el tema con más detalle.
La ley 679 generará un mecanismo de subsidio por el cual todos los
usuarios de Lima y Callao pagaremos un extra en nuestros recibos de gas natural
para colaborar con la masificación del gas en las regiones. Con este extra que
aportaremos se creará un fondo que subsidiará la tarifa de hogares, comercios
pequeños, pero también de industrias medianas que consumen hasta 3,700 balones
de gas diarios (50,000 m3 al mes). Es decir, estaremos subsidiando no solo a
los más pequeños sino incentivando la industria regional.
Este proyecto de ley aprobado excluye del subsidio, como debe ser, a las
grandes industrias que superan ese consumo: empresas mineras, pesqueras, de
industria alimentaria o de infraestructura que nunca pidieron este subsidio y
que no lo necesitan.
Así, el mencionado fondo, que alimentará a su vez lo recaudado por el
Fondo de Inclusión Social Energético (FISE), alimentará la tremenda velocidad
de tendido de ductos y redes que viene imprimiendo esta entidad, velocidad
mucho mayor que la de los actuales concesionarios privados, que en un 99% son
propiedad de dos grupos económicos que mantienen una posición de dominio en el
sector.
¿Por qué fue observado el 679, entonces? ¿Quién podría estar en contra
de una ley que parece razonable? Fue observado por un Ministerio de Energía y
Minas, en ese momento liderado por Óscar Vera, un personaje que se dedicó
intensamente a tratar de “meter” a Petroperú a dedo en cuanto negocio podía
aparecer.
Pero el 679 también fue observado bajo la presión de un lobby privado
sumamente extraño. El lobby de las empresas concesionarias actuales, que
quieren aún incluir en el subsidio a las industrias más grandes del Perú, con
la única intención de agrandar sus ganancias, y con la supuesta justificación
de que, al incluirlas, el fondo sería más grande (por el mucho mayor consumo de
la gran industria) y así ellas, dominantes en el mercado, podrían acelerar la inversión.
Al respecto, hay que ser muy claros. En el 2024, el FISE recolectará
alrededor de 1,000 millones de soles. Y es el FISE el que ha conectado 1.1
millones de usuarios en Lima, mucho más rápido que el concesionario privado. Y
es el FISE el que ha conectado más de 270,000 usuarios a nivel nacional solo en
el año 2022. Y es el FISE el que contrata directamente a empresas constructoras
ahorrando dinero a los contribuyentes, evitando intermediarios y evadiendo
ganancias de privados que no tienen por qué ganar.
Pero vamos al fondo de este tema: el fin no justifica los medios. La
masificación del gas viene esperando años y si bien se trata de acelerar su
desarrollo, no se puede justificar la creación de un monopolio antinatural con
el argumento (no comprobado) de la “velocidad”. Cualquier monopolio distorsiona
los precios, la regulación y genera incentivos perversos en su relación con el
Estado.
Así, la aprobación por insistencia de la Ley 679 es una obligación con
millones de peruanos que no tienen gas natural a buen precio. Esta ley contiene
un buen mecanismo de subsidio, previene cualquier posición de abuso, y genera
las condiciones para que más empresas privadas puedan participar en igualdad de
condiciones para tender redes de gas natural, generando competencia, libertad
económica y como siempre, mayores beneficios para los consumidores.
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